Diego Mattarucco, el poeta que lo peta en Madrid

Madrider pasa una velada alada al lado del laureado poeta cacofónico argentino

“Universo, planeta Tierra, Europa, España, Madrid, Lavapiés, calle Esperanza 8, bar La Esencia. 21.42h”. Con esas coordenadas cita Diego Mattarucco a Madrider: Buenos Aires, 64 kilos, 1,76 de altura. Puro nervio, manos recorridas por venas de vida, vides de versos… Tome aire, inspire y expire: estamos ante el poeta top de lo cacofónico que, además de tener ricitos, ¡lo peta a tope cuando recita!

Bohemio como Baudelaire pero sin absentas ni opiáceos, Mattarucco, o Diego “doble t doble c”, como durante la conversación apuntará alguna vez, no toma ni una caña durante la jam de poesía a la que asiste Madrider. Un evento bastante multicultural si se hace un breve repaso de sus asistentes, entre los que se encuentran esa noche acentos latinos, africanos y americanos (sin subtítulos, así que hasta inglés se practica).

El de este trovador urbano es porteño pero, pese a sus chés y sus voses, entre toda su producción literaria no encontramos ningún poema dedicado a su Argentina natal. Sí tiene sin embargo una oda a la capital, a la que llama “Madre Madrid”, con la que quedó segundo en un Slam Poetry celebrado en la Sala Triángulo el pasado mes de mayo (ha ganado 15 de estos encuentros en varias ciudades). Asimismo, una de sus poesías más aclamadas por el público es “España se despeña”, una verdad absoluta que despierta conciencias y sacude el ánimo al ritmo de eñes: “España se despeña. Y la peña de España se apiña por apañarse como puede. España se despeña. Y los señores de la patria con patrañas acompañan sus campañas”.

El poeta top
¿Histriónico, prestidigitador, acróbata o mago de las palabras? O todo a la vez en una coctelera explosiva difícil de entrevistar y más aún si hay un piano cerca, al que salta cada vez que una pregunta le sugiere una de sus poesías. Un poeta de esfuerzo y trabajo más que de talento o vocación, asegura, pero que intenta en estos malos tiempos para la lírica vivir de lo que hace o de su arte: su espectáculo en cartel actualmente es “El poeta top”, y se puede ver cada mes en el bar La Esencia, en el Café Libertad 8 y donde pueda o lo inviten.

Pero su affaire con la poesía es relativamente joven: antes de dedicarse en cuerpo y alma a esto, de lo que trata de vivir cual Van Gogh vendiendo sus cuadros (háganse cargo de su caso y contribuyan a la causa), fue profesor de música, cuidador de niños, decorador de jardines… Protagonista de algún corto, coquetea con el mundo del actor y los teatros: así, se le ha podido ver recientemente en el Estudio de Teatro Madrid, además de participar en distintos festivales de poesía y música que se organizan es España.

Y, ya que hablamos de flirteo, si tú, lectora Madrider, te llamas Gema, Tessi, Vero, Sara, Natalia, Nadir, Tamara… ya estás tardando en conocer el poema que atesora tu nombre. Y es que, como Al Pacino en “Esencia de mujer”, es la mujer en esencia una de sus fuentes de inspiración. “Llevo el logotipo del tipo que liga con muchas tipas”, dice uno de sus ingeniosos versos, ¿verdad o leyenda?

Bromas aparte, una de las cosas que asombra del sonado poeta malsonante es la profundidad del contenido presente en cada poesía tras la sonoridad de su forma, y suele tocar temas como las crisis personales, conyugales y sociales, la lucha por encontrar “en nuestro seno nuestro sanatorio” y “en nuestra labor nuestro laboratorio”, y en definitiva la unidad del ser, con sus oscuros y sus claros. Para gustos y colores, Diego Mattarucco. Para todo lo demás, Mastercard.

Diego responde (o cacofonea) para Madrider 

-Hola, ¿podría presentarse?
-Sí… me digo Diego. En realidad mis padres lo dijeron. Primero lo dijeron, después lo dejaron… y me quedó Diego.

-Lo dice como con resignación, como si no le convenciera… ¿puede ser?
-Mucho, puede ser. Es que no me parece un nombre muy artístico, ¿o sí? Quizá podría serlo; si dices Diego dices ego, ¿o no? Di, di ego…

-¿Qué?
-Que diga ego, di ego…

-…ego…
-¿Ve? Dices ego y dices Diego… entonces, imagine los carteles, o las crónicas… “Halague al ego de Diego y diga ¡Diego, Diego!” o… “Diego, el de las odas enlazadas que indagan como daga” o… “Digan lo que digan, no hay desperdicio en lo que Diego desperdiga.”  Pero sí, mucho no me gusta…

-¿Y no pensó en cambiárselo?
-Sí, pensé, pero una vez un belga me dijo algo, me dijo que si por algo no valgo es por mi vulgar nombre, dijo “el nombre de los hombres y de las hembras es sólo su sombra, y lo importante del hombre no es su sombra sino su siembra.” Y tiene razón, por eso me atengo a lo que tengo y me digo Diego.

-Interesante punto de vista, pero cuéntenos un poco de usted… Ante todo, ¿usted qué es? ¿Músico, poeta?
-A que le encantas las etiquetas, a usted… ya me quiere etiquetar, ¿no?

-Parece que ve algo malo en las etiquetas, ¿no cree que son necesarias?
-Es que cuando te quitas etiquetas te abres a abrazos, a brisas, y te vuelves libre, como una liebre, y labras tus obras…

-Pero si no usa etiquetas, ¿cómo hace para hablar de usted, o de los demás?
-¿Qué quiere, que le hable de mí? Mire, yo soy simplicompuesto, diversipropio, multisingular, singuvariado… soy uniplural, una unidad plural, ¿me entiende?, como todos, que llevamos el mundo entero adentro.

-¿Pero no acaba de ponerle una gran etiqueta a todo?
-Sí, tiene razón, fue una contradicción… ¿Las contradicciones serán dicciones contra acciones?

-No sé, no importa eso ahora, a ver, cuéntenos… usted escribe, ¿no?
-Sí, sí… aunque más que escribo… escarbo.

-¿Escarba?
-Sí… escarbo en las curvas de las letras, encorvado, a veces, y después sí, describo lo que escarbo.

-¿Y sobre qué escribe, qué temas lo inspiran?
-Ah, esa pregunta me gusta… mire, mis versos versan sobre los plurireversos anversos del unidiverso universo del hombre, sobre su unipluralidad oscuriclara, como digo en ese poema tan famoso que tengo: “¿Asombrado de ser luces? ¿Desolado por ser sombras? Siembras sombras, siembras luces; luces luz y luces sombra.”

-¿Y tiene algo editado?
-¿Editado?… No… ¡Y mire que di todo, eh! Di todo pero editado, nada. Ya sabe… yo quise… y no es que acuse a nadie, pero el caso es que nadie quiso hacerme caso.

-¿Está satisfecho con lo que escribe?
-Y, yo sé que estas voces que me rebasan a veces se basan en intentos un tanto tontos sin gran sustento, pero sí, también me proporcionan porciones o facciones de satisfacciones cuando atisbo en ellas rasgos de hallazgos que me contentan, como en lo que acabo de decirle, ¿me entiende? Estas fusiones funcionan como enema de mi ánimo.

-¿Y qué espera con su arte?
-Espero… espero esporas de vida. Aspiro a inspirar y expirar algo de vida… Espero llegar a los demás, llegarles… y subyugarlos, en lo posible, pero sin llagarlos.

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